Desde que Trump comenzó su segundo mandato, no ha faltado semana donde no hayamos tenido titulares de impacto.

Tarifas y aranceles que van y vienen, incrementando los riesgos a una guerra comercial mundial. Pasando por el compromiso personal del presidente de los EE.UU. de acabar con los conflictos bélicos globales, pero a su manera, como demostró con su anuncio de que pretende “tomar el control” de la Franja de Gaza y convertirla en “la Riviera de Oriente Próximo”. Respecto a la situación en Ucrania, la noticia de que Trump planea reunirse con Putin y parece dispuesto a redactar un acuerdo de paz con Rusia generó una mezcla de esperanza y preocupación. El fin del conflicto es definitivamente deseable. Sin embargo, al aceptar muchos de los requisitos de Putin, existe el peligro de que sea un mal acuerdo de paz para Ucrania y sus aliados europeos. Además, al obligar a la UE a pagar la factura de la futura seguridad y reconstrucción de Ucrania, sin siquiera involucrar a sus aliados en las discusiones, se corre el riesgo de fracturar aún más las relaciones ya rotas entre Estados Unidos y los Estados miembros de la UE.

Resulta muy difícil determinar cuándo podrá disiparse la niebla de incertidumbre impulsada por Trump. Habiendo vivido el Trump.1, es difícil saber si el Trump.2 será más de lo mismo. Aranceles y deportaciones sumados a desregulación y recortes de impuestos. En definitiva, es probable que esta combinación de políticas aumente el déficit fiscal. La pregunta para los inversores es si el mercado de bonos se asustará. En este escenario, un tipo de referencia en USA a 10 años, de forma estable por encima del 5%, provocaría un ajuste de los activos de riesgo.

Hablemos de ese problema de déficit fiscal, su impacto en el mercado de bonos, quien sería el comprador en última instancia de esos bonos, y la desregulación financiera en USA.

El gasto público ha superado los ingresos públicos durante 17 años consecutivos en USA. Durante este período, la deuda total de USA se ha disparado en 27 tln$, alcanzando un récord de 36,2 tln$. La Oficina de Presupuesto del Congreso de los Estados publicó las cifras del presupuesto para los primeros 4 meses del año fiscal 2025 (octubre-enero). Los gastos fueron 838.000 millones de dólares más altos que los ingresos. Si anualizamos esa cifra, el déficit presupuestario esperado para el año será de 2,5 billones de dólares. Eso equivale al 8% del PIB. Parece evidente que hay que tomar medidas.  

El Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus siglas en inglés), creado por el presidente Donald Trump y dirigido por el multimillonario Elon Musk, ha emprendido una tarea sin precedentes enfocada en recortar el gasto público y remodelar las agencias gubernamentales. Se ha comprometido a reducir el gasto en 1.000 millones de dólares al día, lo que significa que, si se les permite hacer eso, pueden ser capaces de reducir el déficit al 7% este año, y tal vez al 5% en tres años. Los números no cuadran, y sin austeridad adicional, Estados Unidos puede entrar en una espiral de deuda, donde los tipos suban porque los bonos del Tesoro se perciben como mayor riesgo.

¿Quién compraría los bonos americanos en momentos de tensión? Históricamente los mayores flujos en compras del tesoro americano han venido de la mano de las aseguradoras japonas, y el gobierno chino.

Como se puede ver en el gráfico adjunto, las tenencias de bonos americanos por parte de China están descendiendo, en parte porque cada vez se genera menos comercio entre USA y China, segundo por decisión del Gobierno Chino en diversificar reservas y activos, y tercero por las continuas tensiones entre ambos países. En el caso japones, una vez que se eliminó el “cap” de tipos, junto al coste de cobertura del dólar al yen, y la divergencia de políticas monetarias entre ambos países, hacen que la deuda americana pierda atractivo para los japoneses.

Llegados a este punto, la Administracion Trump quizás tenga un as guardado bajo la manga: la desregulación bancaria de la que tanto hablo Trump en campaña.

La regulación bancaria corre a cargo de la Supervisión de la Fed, con Michelle Bowman al frente. Bowman hablo de este asunto hace unas semanas: «donde podamos tomar medidas regulatorias proactivas para garantizar que los operadores primarios tengan la capacidad de balance adecuada para intermediar en los mercados de bonos del Tesoro, debemos hacerlo. Esto podría incluir la modificación del índice de apalancamiento y las regulaciones de recargos de G-SIB para los bancos más grandes de EE. UU”. Está hablando de reformar el Ratio de Apalancamiento Suplementario (SLR siglas en ingles).

¿Qué es la SLR y por qué es importante?

El SLR obliga a los bancos estadounidenses a tener suficiente capital (numerador) frente a su exposición total a activos/apalancamiento (denominador), y la exposición total se refiere a todos los activos posibles, incluidos bonos del Tesoro.

Ya durante el COVID, la Fed eliminó temporalmente los bonos del Tesoro del cálculo del SLR. Esto se hizo para asegurarse que los bancos pudieran apoyar el mercado de bonos de EE. UU.  Esa exención expiró, y la posibilidad de una reforma permanente del SLR podría comenzar a materializarse en los próximos meses. De esta forma, los bancos americanos dejarían de tener las limitaciones actuales para comprar grandes cantidades de bonos americanos, y podrían ser los compradores de última instancia que la Administracion Trump necesitará en caso de que los problemas de déficit se mantengan.

Y hablando de cambios regulatorios, algunos americanos cuando vayan a un McDonald’s, agradecerán que Trump haya firmado un decreto para acabar con los esfuerzos del gobierno federal para transitar de las pajitas de plástico a las de papel!!!

Existe en Europa un debate intenso sobre bajadas de tipos y política monetaria cuando, en nuestra opinión, el estancamiento europeo proviene de una quiebra de su modelo económico. Este modelo estaba basado en energía muy barata (gas ruso por gaseoducto) y exportaciones industriales de alto valor añadido.

Respecto a la energía, todos somos conscientes de lo ocurrido tras la guerra de Ucrania. No solamente respecto a los precios, sino también en el aspecto geoestratégico al depender de un país hostil a la unidad europea y a la democracia liberal.

En lo referente a las exportaciones, entramos en Europa en la gran crisis de 2008 con una balanza por cuenta corriente cercana a 0, pero con una gran dispersión entre países. Mientras países como Alemania (gráfico de la izquierda) tenían en 2008 un superávit en la balanza por cuenta corriente del 7% sobre PIB, otros como España (gráfico de la derecha) tenían un déficit cercano al 10% sobre PIB (la economía española necesitaba más de €100.000 mm de euros provenientes del exterior para funcionar).

Tras los dolorosísimos ajustes en los países periféricos posteriores a la crisis, se produjo una gran transformación en la economía de los mismos, convirtiéndose en países exportadores de bienes y servicios. España, por ejemplo, desde el segundo trimestre de 2013 siempre ha tenido la balanza por cuenta corriente positiva. Incluso en épocas de bonanza económica (esa ha sido la gran transformación económica de España).

Como resultado de todo ello, la Unión Europea se ha convertido en una de las mayores potencias exportadoras mundiales rozando muchas veces una balanza por cuenta corriente positiva cercana al 3% sobre PIB. Y, sin lugar a dudas, en una de las economías globales más abiertas, con sus aspectos positivos y negativos. Entre estos últimos, estaría la dependencia de sus mercados exteriores.

En este sentido cabe reseñar como las exportaciones europeas se han visto resentidas por tres factores:

Una salida de la pandemia de China (uno de nuestros principales clientes) mucho más floja de lo esperada.

Una política errónea respecto al sector de la automoción (uno de nuestros principales sectores de exportación). Mientras que en el vehículo de combustión poseíamos una gran ventaja tecnológica (también en lo referente a reducción de emisiones) nos dirigimos con criterios demasiado ambiciosos al vehículo eléctrico, donde la ventaja tecnológica China es patente. No estamos diciendo que haya que favorecer la contaminación por motivos económicos, si no que gran parte de la inversión debería haber ido a la reducción de emisiones y nuevos combustibles para la tecnología donde éramos superiores.

Y por último, la depreciación del yen japones al haber seguido políticas monetarias diferentes. No hay que olvidar que Japón es uno de nuestros principales rivales exportadores al exportar lo mismo, industria con alto valor añadido. Con esa depreciación, nuestro competidor ha estado exportando un 25% más barato en relativo. Los gráficos inferiores muestran las exportaciones alemanas tanto por sectores como por países.

A todo ello, habría que sumar la fragmentación de la globalización derivada de la guerra geopolítica entre EE.UU. y China. Y por último, las amenazas con una guerra arancelaria procedentes de Donald Trump, flamante presidente de los EE.UU. Como se puede observar en el gráfico inferior, el déficit en la balanza por cuenta corriente con Europa representa el 0,76% del PIB de EE.UU. Esto explicaría la intensidad de las amenazas de Donald Trump respecto a Europa. Y como se ve en el gráfico de las exportaciones alemanas, las que tienen como destino EE.UU. representan una décima parte de sus exportaciones, por lo que nos veríamos seriamente afectados por una guerra comercial.

Ante esta situación, Europa debería repensar su modelo económico. En ese sentido van informes como el de Mario Draghi. El principal escollo radica, en nuestra opinión, en la situación política de la Eurozona, con graves problemas de estabilidad política en Francia, Alemania y España.

No obstante, para no irnos de fin de semana de forma tan sombría y añadir dosis de optimismo, creemos que posiblemente Europa tiene la foto en su peor momento. Y a partir de aquí nos podemos ver favorecidos por diferentes hechos.

Por un lado, parece que uno de los principales objetivos exteriores de Donald Trump es alcanzar una tregua en la guerra ucraniana. Todo el proceso de reconstrucción posterior supondría un gran impulso para la economía europea.

También parece factible que, tras las elecciones alemanas del 23 de febrero, el gobierno resultante pueda realizar, por primera vez en décadas, una política fiscal expansiva. Hay que tener en cuenta que el estancamiento europeo es principalmente en los países “core”, y Alemania tiene margen para realizar esa política fiscal. Actualmente, su deuda pública sobre PIB represente un 62%.

Respecto a China, tras un presidente muy centrado en el crecimiento como era Hu Jintao, aterrizó en 2013 Xi Jinping, mucho más preocupado por las divergencias sociales creadas por el salvaje sistema capitalista chino. Da la sensación, que de manera paulatina se va centrando otra vez en el crecimiento. Por ello, parece posible también que se realicen importantes planes fiscales en el gigante asiático.

Además, los ciclos de política monetaria cambiaron en Europa y Japón, por lo que el yen corrigió algo de su depreciación y debería seguir corrigiéndola. Ello llevaría a las exportaciones europeas a recuperar algo de competitividad en precio respecto a las japonesas.

También parece calar un cierto debate respecto al exceso de regulación europea y la situación de desventaja que acarrea a las empresas europeas. Una cierta relajación de la regulación debería ayudar a sectores como el de la automoción, e incluso impulsar fusiones transfronterizas en el ámbito de las telecomunicaciones y el sector financiero.

Por otro lado, habrá que ver si tienen resultados los esfuerzos de Donald Trump para reducir el coste del petróleo. Lo que beneficiaría en dos frentes: en él de abaratar los costes como comentábamos al principio, y en la lucha contra la inflación. En este punto somos más escépticos, ya que Arabia Saudita debe financiar su ambicioso proyecto de diversificación económica Visión 2030, y una caída del crudo lo pondría en cuestión.

A todo ello, habría que añadir que, pese al estancamiento en el crecimiento, estamos en una situación de pleno empleo en Europa, con el menor nivel de desempleo histórico, 6.3%, y el mayor numero de empleados de la historia, casi 171 mm..  Todo ello, en un momento en que el crecimiento salarial es superior a la inflación con el consiguiente incremento de renta disponible. Ello debería apoyar el consumo.

Por estas razones, creemos que puede ser un buen momento para invertir en economía y activos europeos.

Todo ello, sin menoscabo de la exigencia que deberíamos tener de un debate político serio sobre que queremos ser en este nuevo entorno geopolítico en todos los ámbitos, también el económico.